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El
nacimiento del barrio de la Txantrea no encontraría
sentido sin la Guerra civil y su consiguiente depresión,
que se hará particularmente grave desde la perspectiva
socioeconómica.
Si bien el panorama general de la época era desolador,
serán la gente del campo la que padezca |
los mayores rigores, con escaseces materiales y culturales.
En
este contexto se produjo una fuerte emigración
(conocida como éxodo rural) hacia las zonas urbanas.
Lógicamente, esto acarrearía una falta
importante de viviendas, que llevó al entonces
Ministerio de la Vivienda a adoptar medidas especiales.
Entre éstas se encontraría la de proporcionar
mediante patronatos la creación de zonas que
amortiguasen esta demanda, así como el creciente
descontento social.
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El
Patronato
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Será
el Patronato benéfico de la construcción
Francisco Franco el que llevará adelante uno de
estos planes en torno al antiguo núcleo de la Magdalena.
El terreno sobre el que se iría a construir era
una zona atravesada por numerosas corrientes subterráneas,
con abundante cascajo, plantada de garbanzos y trigo. |
Antes de este proyecto se barajaron algunos que hablaban
de emplazar el barrio en los terrenos conocidos entonces
como Cruz Negra, bajando hacia el Sario, o
en el actual tercer ensanche (San Juan e Iturrama).
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El Gobernador Civil propuso entonces a varios constructores
la edificación de 200 viviendas en los terrenos de
extramuros de la Txantrea. Al constituirse el Patronato Francisco
Franco, se establecía que el terreno debía ponerlo
gratuitamente el Ayuntamiento. Así, la corporación
adquirió el suelo propiedad de Cándido Urrizola
a 10.000 pesetas (60 euros) la robada, haciendo un total de
636.100 pesetas, tal y como quedó reflejado en el acta
del pleno del Ayuntamiento del 26 de septiembre de 1949.
Por su parte, la Diputación aportó la madera
necesaria para la construcción, traída de los
montes de Urbasa, mientras que la piedra empleada se extrajo
de las canteras del monte Ezkaba (San Cristóbal). El
material y los muebles los puso el patronato con un costo
aproximadamente de 44.000 pesetas por familia.
Mientras, los futuros moradores debían comprometerse
a trabajar cuatro horas diarias, también sábados
y domingos, después de sus jornadas laborales de ocho
horas o más. A partir de entonces se organizaron los
grupos de trabajo para construir lo que será la primera
fase de la Txantrea, que como la segunda y la mayor parte
de la quinta corrió a cargo de los futuros propietarios.
Así, un domingo 10 de marzo comenzaron a trabajar los
primeros equipos midiendo, aplanando tierras, echando las
primeras planchas... y fue el 19 de marzo, con la presencia
de las primeras autoridades, cuando se colocaría la
primera piedra en lo que había de ser el número
1 de la calle Federico Mayo, director general de la vivienda
en aquella época.
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La
primera piedra
La crónica de aquel día señala como autoridades
asistentes al arzobispo Enrique Delgado Gómez, al Gobernador
Civil Luis Valero Bermejo, un representante del Gobernador
Militar, el Alcalde Miguel Gortari, el director de la Caja
de Ahorros de Navarra, concejales, arquitectos, párrocos,
constructores...
Se
conoce que ya vislumbraban la importancia que el barrio
de la Txantrea iba a adquirir en la venidera historia
de la ciudad, y es que en el acto el Arzobispo bendijo
los terrenos y pronunció una breve alocución:
Hoy ponemos la primera piedra de lo que va a ser
el barrio de la Txantrea, barrio de la ciudad de Pamplona,
pero llegará un día en que crezca tanto
que Pamplona pasará a ser un barrio de la Txantrea.
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A
continuación se leyó el acta de los asistentes,
y en una cajita de metal se colocó la prensa del
día, unas reliquias de santos, unas monedas...
Una vez depositada en el hueco hecho al efecto, las autoridades |
echaron las primeras paletadas de cemento sobre la primera
piedra que habría de servir de base simbólica
a la edificación.
Para
celebrar el acto se sirvió a los asistentes un vino
español y se repartió entre los obreros unos
almuerzos abundantes y exquisitos, según la prensa,
pero los que aún lo recuerdan hablan de un trozo de
longaniza... Eran otros tiempos.
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Un
barrio hecho así mismo
Una de las peculariedades, que posteriormente supondría
una importante seña de identidad, fue el hecho de que
los propios vecinos, divididos en grupos de 15 a 20 personas,
se hiciesen sus propias casas. En estos grupos de trabajo
debía haber personal cualificado (albañiles,
aparejadores...) para que pudiesen llegar a constituirse.
El patronato proporcionaba el proyecto de las viviendas, la
supervisión técnica y el material de construcción,
mientras que la gente ponía su mano de obra y las herramientas
que fuesen necesarias para tales menesteres. Una vez realizado
cada grupo de viviendas, se sorteaban entre los trabajadores
que habían participado.
Las
condiciones de trabajo eran muy difíciles. Excepto
los albañiles, que tenían una única
jornada laboral, el resto construían sus viviendas
después de realizar su propio trabajo, invirtiendo
muchas horas, incluidos los fines de semana.
Se da la circunstancia de que todos los futuros propietarios
vivían lejos de la Txantrea. En aquellos tiempos
no funcionaba la villavesa, por lo que tenían
que bajar a pie, o en bici los más pudientes,
ya que por entonces costaban unas 200 pesetas y ese
precio no estaba al alcance de los exiguos bolsillos
de la época.
A
las precarias condiciones de vida de estas
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gentes
se sumó la dureza del trabajo de la construcción
y, por ejemplo, había que abrir fosas para los
desagües de casi siete metros de profundidad y no
existían las máquinas de ahora. |
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Trabajaban
sin luz
Por otro lado, con el fin de acortar el plazo de edificación,
muchas veces trabajaban de noche, sin luz, y luego aparecían
muros torcidos que había que repetir, y cuentan que
para ampliar el horario de luz eléctrica, a veces forzaban
los contadores. Los domingos acostumbraban a bajar a las 6
de la mañana y, por supuesto, el obispo les había
dado una bula para trabajar estos días, y les pusieron
una misa en Josefinas, a las 5 de la mañana, para que
cumplieran con su obligación dominical.
Contra viento y marea, entre burlas y entre risas (cuando
terminéis estas casas no serán para vosotros...),
gracias al sudor de estos trabajadores, llegó 1952
y se sortearon las casas. Atrás quedaron los sufrimientos,
el tener que pagar a otra persona para suplir el trabajo del
que estaba enfermo, o contar con la solidaridad de los grupos
para que construyeran la casa del que tenía que ir
a la mili...
Estos hombres y mujeres, que tuvieron la necesidad y el valor
de construir sus propias casas, crearon, sin darse cuenta,
el primer auzolan del barrio. Doscientas viviendas trabajadas
piedra a piedra, trayendo el agua necesaria a pozales desde
el regacho que pasaba por Mª Ana Sanz, con todas las limitaciones
de herramientas que podamos imaginar. No podemos olvidar el
papel que jugaron las mujeres, ya que fueron las que sacaron
adelante las familias, en unos tiempos en los que estaba mal
visto que trabajaran fuera del domicilio familiar.
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En
dos fases
Lo que sería el germen de la actual Txantrea se cubrió
en dos fases. La primera comprendía entre las calles
situadas entre la de San Cristóbal y las piscinas,
a lo que se añadiría la creación de las
primeras escuelos del barrio, las Escuelas Profesionales Salesianas,
aunque primeramente se utilizaron como escuelas para la Magdalena
los locales de lo que más tarde sería el Hogar
Infantil Belén. Como guardería se habilitaron
unas dependencias a un lado de la Plaza del Félix,
que tendrían por nombre Santa Teresa. También
en aquellos años se pondría en funcionamiento
el Hogar del productor, fruto de las necesidades de los trabajadores,
que por aquel entonces se reunían en el Bar Félix.
A su vez, vinculada a las competiciones de fútbol,
surgiría la Unión Deportiva Hogar Txantrea (en
sus inicios contaba con 150 socios), cuya junta realizaba
sus reuniones en el Hogar del Productor.
La segunda fase, que se realizó de la misma manera
que la anterior, terminó en octubre de 1960, y es en
este periodo cuando se construye la Parroquia de San José,
que fue inaugurada el 29 de septiembre de 1953. Aunque en
un principio la iglesia iba a ser una capilla particular del
colegio, posteriormente se destinó a todo el barrio.
Algo similar ocurrió con el dispensario de las escuelas,
que dio atención médica al barrio hasta la construcción
del ambulatorio. Como centro de atención a los niños
y niñas se utilizaba un local situado en la plazoleta
de la calle Beorlegui, hoy sede de la Unidad de Barrio del
Ayuntamiento.
Los primeros acontecimientos festivo-populares se producirían
coincidiendo con las entregas de llaves al vecindario. Aunque
se personasen algunas autoridades, como el gobernador y el
alcalde de turno, era el propio barrio el que asumía
el verdadero protagonismo de las celebraciones, en las que
se mezclaban los txistus, las gaitas y las danzas. En las
entregas iniciales, los actos se desarrollaban en el salón
de actos de las Salesianas. En las que correspondió
a las casas de la Plaza del Rastro, la solemnidad subió
de tono y se sumo a la fiesta popular un caluroso recibimiento
a las nuevas familias. Al mismo tiempo, al calor de la parroquia
surgió el primer grupo social con renombre en nuestro
barrio: la Coral San José. El 24 de abril de 1955 dio
su primer concierto, bajo la dirección de su fundador
y, desde entonces, único director (el reciente mente
fallecido?) Manuel Elvira.
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La
Peña Armonía
La inquietud de la gente joven, para la que se destinó
un local junto a la Plaza del Félix (Frente de Juventudes)
que parece que no terminó a calar, trajo como consecuencia
la creación de la Peña Alegría Txantreana,
en los Sanfermines de 1958.
Para recibir la preceptiva autorización gubernamental,
la peña tuvo que cambiar el nombre de Alegría
por el de Armonía, debido a que coincidía con
la ya existente Alegría de Iruña. En que el
cambio fuese éste y no otro influyó el que las
iniciales de los escudos ya estaban grabadas.
El 29 de noviembre, festividad de san Saturnino, se forma
la primera junta directiva, y para esas fechas ya contaban
con 100 socios, sólamente hombres, debido a la ya comentada
situación de arrinconamiento que sufrían las
mujeres y que se mantendría hasta los años 70.
la cuota era de15 pesetas (009_) al mes, y uno de los
primeros cometidos fue el de sacar abonos para los toros en
Sanfermines. El himno fue compuesto por el maestro Turrillas,
al que ayudó el trompetista de la peña.
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El
barrio crece
Culminado el núcleo antiguo, en respuesta al impulso
demográfico, durante los años que seguirían
se fueron realizando ampliaciones, que comenzaron por las
casas de la Plaza Puente la Reina. Más tarde vendrían
las comprendidas entre la calle San Cristóbal y la
calle Monreal, comenzarían las obras de las Orvinas
y la Cooperativa Santa Teresa, así hasta ir alcanzando
el barrio su aspecto actual. Este constante crecimiento de
población obligó a desmembrar la parroquia de
San José, dando lugar a la creación de una nueva,
que tendrá por nombre Santiago y se ubicará
junto a las campas de Irubide. La decisión eclesial
fue tomada en 1963, pero no se edificó hasta 1969,
por lo que las primeras funciones se celebraron en distintos
lugares. Esta parroquia conoció un importante impulso
en su vida social creando, entre diversas actividades, la
Coral de Santiago, que tendría su primera actuación
multitudinaria en la procesión a San Fermín
de 1977, con su famosa Jota ofrenda a San Fermín.
Para el año 1968 se ve terminada la primera Orvina.
La Plaza Ezkaba, surgida de estas edificaciones, tendrá
gran relevancia en la vida social de este barrio. Simultáneamente,
se ve la necesidad de crear una nueva parroquia, y el 20 de
febrero de 1970 se erige canónicamente, por decreto
arzobispal, la nueva parroquia de San Cristóbal. Esta
parroquia de caracterizará por el deseo de promoción
cultural del barrio y por el compromiso con las luchas de
la clase obrera. El primer edificio parroquial estuvo en las
madres Canosianas y en 1992 se inagurará el nuevo edificio
de la parroquia San Cristóbal.
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Las
Orvinas
Corría el año 1970 cuando, en un solar que era
ocupado por dos casas de labradores y el convento de San Antonio,
se comienza a construir la 2ª Agrupación Orvina. Las
torres que se estaban construyendo se ubicaron entre la Avenida
de Villava, el camino del Canal y los caminos de San Cristóbal.
Por aquel entonces 1.200 familias ya habían comprado
los edificios en construcción. Aunque la parroquia
ya estaba erigida canónicamente en mayo de 1970, será
en marzo de 1973 cuando se inagura el templo parroquial.
Con la finalidad de que el barrio dispusiera de un centro
de bachiller elemental, se construye en el año 1972
el instituto Padre Moret, popularmente llamado Irubide por
estar enclavado en ese lugar. Y en ese mismo año comienza
a construirse la 3ª Agrupación Orvina, que se concluye
en 1974, con un estilo de viviendas similar al de la 2ª.
Mientras que durante los primeros años la Txantrea
conoció altas tasas de natalidad, más tarde
éstas se irán estabilizando (1970 da un tasa
del 199, que es inferior a la media de la ciudad), conociendo
desde 1981 un proceso de envejecimiento cada vez mayor.
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La
Transición
En 1974 el Ayuntamiento aprobó el Plan de Alemanes
para la construcción de 1.170 viviendas en bloques
de planta baja y ochos pisos de altura. La reacción
del vecindario a este plan, que no reunía las mínimas
condiciones de respeto al entorno y equipamiento social, tuvo
variadas versiones como una exposición, asamblea, recogida
de firmas, fiestas reivindicativas... El plan sufrió
continuas transformaciones hasta llegar a su aprobación
definitiva en diciembre de 1994. Esta experiencia, las luchas
por el asfaltado de la Avenida de Villava, junto con el nacimiento
de la Gau Eskola y de Auzotegi, entre otras, van a ir apuntando
una tendencia muy importante hacia nuevas expresiones de movilización
y organización ciudadana, que a partir de los 70 representarán
el motor social fundamental que ha marcado la evolución
del barrio.
En una época de plena efervescencia antifranquista,
con la muerte reciente del dictador, con un panorama sociopolítico
incierto y un movimiento obrero en auge, las distintas luchas
populares cobran un gran impulso, y las reivindicaciones giraban
en torno a demandas vecinales, a protestas laborales y también
a reivindicaciones políticas. Fue en esta época
cuando tuvieron un importante papel las Asociaciones de Vecinos.
Las AAVV tuvieron su precedente en los Comites de Barrio,
que surgieron en los 70 y que actuaban en la clandestinidad.
Estaban formados por miembros de distintos partidos y asociaciones
de izquierda, como la HOAC, el PTE, el Movimiento Comunista
o la ORT, y su actividad giraba en los problemas sociales
y laborales de la época. En 1975 se constituye la AAVV
Txantrea, pero hubo que sortear infinitos obstáculos
hasta lograr su legalización.
Las AAVV se extendieron por todos los barrios y comenzaron
a coordinarse entre sí. Eran unas entidades importantes,
con gran peso social, y la AAVV de la Txantrea contaba ya
con 40 ó 50 miembros que se repartían en distintas
comisiones: cultura, urbanismo, comisión antirrepresiva...
Se puede decir que fueron el motor de las luchas que se daban
en los barrios, y la figura de su presidencia era muy valorada
y elegida con criterios de idoneidad. En la Txantrea podemos
recordar a presidentes como Vicente Rey o Cecilio Goñi.
Años más tarde, a mediados de los 80, surge
la AAVV Ezkaba, aunque ya hacía años que la
Asociación de Padres Garcia Galdeano asumía
la dinamización social de Orvina.
El motivo del nacimiento de la AAVV no fue otro que la necesidad
de contar con una asociación legal que amparase el
proyecto de video-comunitario, y desde entonces han sido muchas
las iniciativas que ha emprendido esta asociación.
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Barrio
conflictivo
Los
80 fueron unos años muy duros, marcados por una
conflictividad política que llevó a la Txantrea
a ganarse el apelativo de Barrio conflictivo.
Eran constantes los enfrentamientos con la policía,
las barricadas, y la lista de detenidos y encarcelados
se hizo interminable. |
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Durante
muchos años, la Txantrea fue el barrio de Euskal
Herria con la mayor tasa de presos y refugiados por motivos
políticos. |
Los 80 también fueron los años en que cobró
auge la actividad cultural en el barrio, de la mano del nacimiento
de la Comisión de Fiestas. También el euskara
vio un gran impulso con el surgimiento de la Ikastola y de
la Gau Eskola, todo el movimiento popular en general cobró
gran fuerza en su actividad.
Finalmente, en los 90, el barrio conoció la edificación
de la zona de Alemanes y consiguió el ansiado nuevo
Centro de Salud, pero sin duda ha sido el nuevo Plan General
de Ordenación Urbana el protagonista de
esta década, con el proyecto del vial de Irubide y
la futura edificación de más de 1.000 viviendas
en Ezkaba y en la zona sur del barrio.
Desde sus primeros años de vida, la Txantrea ha existido
una gran actividad social y cultural, un trabajo de decenas
de colectivos y vecinos que han ido construyendo el barrio
que hoy conocemos.
Fue la misma forma de edificar la Txantrea la que empezó
a marcar el carácter entre sus gentes. El que muchos
de nuestros padres se construyeran sus casas después
de la jornada de trabajo no fue sino un precedente de cómo
la Txantrea ha tenido que ir haciéndose a sí
misma.
A lo largo de todos estos años, el olvido y la desidia
de la administración hacia la Txantrea y hacia otros
barrios de la ciudad, conformó una manera de pensar
que se resumiría en una frase: Si no te lo peleas,
no consigues nada. Ya desde los tiempos de la famosa
campaña por el tema de las cañerías,
ha sido con el trabajo y la pelea en la calle donde hemos
tenido que conseguir todas las cosas de las que ahora disfrutamos.
Y cuando las protestas no daban resultados, la Txantrea ha
sido capaz de adelantarse al Ayuntamiento y dar solución
a sus propias demandas, poniendo en marcha proyectos que luego
serían asumidos por la administración. Las guarderías,
el rastro, Andraize, el Taller Escuela y tantas otras experiencias,
surgidas del propio vecindario, han hecho de la Txantrea un
barrio pionero a nivel de todo el estado.
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En
auzolan
En la Txantrea, tal vez porque la mayoría de sus vecinos
procedan de pueblos, la palabra auzolan tiene mucho significado.
En auzolan, por medio del trabajo popular, fuimos tapando
los baches de la Avenida de Villava, en auzolan construimos
el Parque de Irubide, en auzolan hemos construido nuestra
casa de cultura, Auzotegi, y no es casualidad que la revista
del barrio de llame Txantrean Auzolan.
Nunca se podrán contar las horas que tantos vecinos
y vecinas han invertido en hacer de la Txantrea un sitio más
habitable, con buenas dotaciones, con un nivel de vida a la
altura del resto de los barrios. El tener conciencia de pertenecer
a un barrio obrero y peleón, nos ha dotado a través
de los años de una identidad muy definida, y ese mismo
impulso del trabajo popular que ha ido construyendo nuestro
barrio.
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